Con demasiada frecuencia nos alimentamos de breves citas de texto sin contexto. Adjudicamos palabras a quienes nunca las pronunciaron, y extraemos enseñanzas y conclusiones subrayando las partes que nos interesan de un todo más rico y complejo. Nuestro sesgo de confirmación nos lleva a retorcer la realidad hasta hacer parecer héroes a villanos y viceversa. En realidad, todos tenemos un poco de ambos.
A la justicia, inspirada en la diosa griega Temis, se la representa con una balanza para sopesar el bien frente al mal, una espada para “convencer” de las decisiones tomadas y una venda en los ojos, por su imparcialidad a la hora de juzgar sin que importe a quien se tiene delante. La venda en los ojos es, sin dudas, el más ausente de los tres atributos, y el que más afecta al resultado de la justicia. Sabemos de antemano lo que vamos a opinar de algo dependiendo de quien lo diga o haga. Así se construyen las trincheras ideológicas. Da igual el delito, si quien lo comete es “de los míos”, y poco importa el acierto si lo hace alguien “de los otros”. Por eso, es tan sano corregir exámenes sin saber quién es el examinado, o valorar actos y declaraciones sin saber quién es su autor.
Juguemos a ello: ¿Estaría usted de acuerdo con las siguientes afirmaciones filosóficas?
El “EGOÍSMO RACIONAL” es una virtud. El hombre es un fin en sí mismo, nunca un medio ni para otros ni para un fin superior. El EXTREMISMO es deseable, el consenso o el compromiso solo son síntomas de inseguridad. El acceso a la certeza se hace por vías lógicas, es moral y bueno llevarlo hasta sus últimas consecuencias sin concesiones a los que discrepen. Los derechos positivos no existen, porque implicarían la esclavitud de quienes deberían velar por garantizarlos. Así el derecho a una vivienda digna o a la educación, trabajo o sanidad, arrojan obligaciones sobre aquellos que deben garantizar su observación, y esto llegaría a esclavizarlos. El ORGULLO RACIONAL es la máxima de todas las virtudes. El EGO del hombre es la fuente del progreso humano. La humildad es reprobable, puesto que elimina la ambición moral de quien la siente. El ALTRUISMO es inmoral, puesto que no hay motivo racional para anteponer las necesidades de otros por delante de las propias, y esto supone un atentado contra la autoestima. El SACRIFICIO personal no es razonable, o se trata de una transacción física o emocional que compensa el acto de entrega personal; o si esta se produce sin ganancia personal, se trata de un acto irracional y por tanto reprobable.
Pues estos son los principios filosóficos sobre los que se fundamenta el OBJETIVISMO. La filosofía de Ayn Rand tal y como los recoge su biógrafo Leonard Peikoff en el único libro autorizado por la autora (1) sobre su filosofía, y no son pocos los que todavía siguen venerando inconsciente o ignorantemente su nocivo legado.
O dicho en palabras de la propia Ayn Rand en su libro Anthem de 1938:
[…] Pero ¿qué es la libertad? ¿Libertad para qué? No hay nada que pueda arrebatar la libertad a un hombre que no sean otros hombres. De modo que, para ser libre, un hombre debe liberarse de sus hermanos. Esta es la Libertad. Y aquí, en el portal de mi fortaleza, grabaré en piedra la palabra que ha de ser nuestra antorcha y nuestra bandera.[…] La palabra que no puede morir sobre esta tierra, porque es su corazón, su espíritu y su gloria. La palabra sagrada: “Yo” (2)
Pues sobre estos postulados se construye el diabólico personaje “modélico” del arquitecto Howard Roak, que en El Manantial se nos presenta como el perverso modelo a seguir por la profesión. Arquitectos de la época como Frank Lloyd Wright o Richard Neutra reclamaban haber sido la fuente de inspiración para dicho personaje (sintomático y revelador).
Una y otra vez contemplo con estupor que se le sigue citando como ejemplo de profesional íntegro e incorruptible por aquellos indocumentados que solo han visto un fragmento de unos pocos segundos de la película donde el protagonista renuncia a hacer un rascacielos porque los clientes quieren imponerle unos caprichos formales poco justificados, cuando, en realidad, Howard Roark encarna todo aquello que hace indeseable a la profesión y nos hace detestables a los arquitectos a los ojos de la sociedad, de nuestros clientes y de muchos de los habitantes de nuestro trabajo.
Howard Roark como estudiante es expulsado de la universidad por negarse a recibir corrección de NINGUNO de sus maestros, (nació sabiendo). No tiene amigos, solo relaciones de interés. Admira únicamente a otro arquitecto para el que trabaja de becario y que muere arruinado, amargado y solo, pidiendo como últimas voluntades que se quemen todos sus proyectos porque “no quiere dejar nada al mundo”. Desprecia a clientes y compañeros. Tiene una tensa relación amorosa con una desequilibrada y su primera relación con ella es una violación, tal y como figura en la novela. Como arquitecto es capaz de dinamitar un edificio terminado del que no es autor legal, (y aunque lo fuera), porque lo han modificado sin su consentimiento. No solo eso, sino que además manda a su “amada” a dinamitarlo, poniendo en peligro su vida. No tiene una sola relación sana ni generosa con nadie en toda su biografía y su único mecenas acaba suicidándose de un tiro en la sien.
A él le dice su director de la Escuela universitaria:
Te niegas a aprender. No consideras el juicio de nadie más que el tuyo.
Es en definitiva una persona egoísta, inflexible y solitaria “Uno contra todos” como se tradujo el título de la película en Hispanoamérica. Alguien que afirma sobre si mismo:
El creador no sirve a nada ni a nadie. Él vive para sí mismo. […] sostiene su verdad sobre todas las cosas y contra todos los hombres.
Roark tiene estos principios de juicio sobre sus clientes:
No me importa lo que piensen de la Arquitectura ni de ninguna otra cosa.
Yo no construyo para tener clientes, yo tengo clientes para poder construir.
Me complacerá si aquellos que lo necesitan viven mejor en la casa que yo construya. Pero ese no es el motivo de mi trabajo ni mi razón ni mi recompensa. Mi recompensa, mi propósito, mi vida es el trabajo en sí. Mi trabajo hecho a mi manera. Eso es lo único que me importa.
La filosofía de Ayn Rand no soporta el más mínimo juicio crítico, y es una desgracia para los arquitectos que se eligiera a uno de ellos para encarnar al “superhombre” que cumple con todos los postulados del Objetivismo. Lo que verdaderamente resulta asombroso es que el aplauso siga siendo unánime hoy en día a este cúmulo de insensateces que tanto daño nos están haciendo a todos. Es la cultura del “Tweet” y el “retweet, del “posteo” y “reposteo” del no pararse a conocer las cosas con sus raíces y sus consecuencias.
Nos va a costar sacar esta mala hierba, pero es importante y urgente.
Notas:
1_PEIKOFF, Leonard: Objetivism: The Philosophy of Ayn Rand, the first comprehensive satement of her philosophy. conferencias de 1976 editadas en 1993.
2_RAND Ayn, Himno 2009. Ed. Grito Sagrado (1ª edición “Anthem” 1938) Capítulo XII.fel
Imagen de portada:
Fotomontaje sobre fotograma final de la película “El Manantial” sobre guion de Ayn Rand Howard Roark como el villano que realmente es.
Felipe!! Muy buen artículo, gracias. Y la frase de Roark… «Yo no construyo para tener clientes, yo, tengo clientes para poder construir» para enmarcarla. Un saludo