Entre el: “Yo no busco, yo encuentro” de Pablo Picasso, y el: “Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra” del biólogo, médico y fisiólogo francés Claude Bernard se encuentra el: “Me fascina cuando encuentro a quien dice con acierto lo que llevo años barruntando sin saber ponerle palabras” de Jaume Plensa. Cada cual se acerca a la búsqueda y el descubrimiento desde su propia experiencia. Si preguntamos a nuestro alrededor también habrá los que ni buscan ni se dan cuenta que hayan encontrado algo de valor cuando lo tienen delante de sí.
Es una sorpresa inusual y muy agradable la de buscar algo y encontrar otra cosa mucho más importante en su lugar. Esto me pasó con Emilio Tuñón. Fui a una de sus conferencias buscando Arquitectura de autor, y me encontré que el autor de la Arquitectura merecía la pena, tanto o más que lo que yo buscaba. La forma en la que concebía y argumentaba su profesión y la relación de esta con las personas era una propuesta de mayor calado que cualquier forma posterior que esto tomara.
Es habitual que en conferencias de arquitectura se hable de programas de necesidades, genios del lugar, formas, luz, materiales, sistemas constructivos, belleza… Sin embargo, me encontré con alguien que ponía a las personas como centro de su obra de un modo constante y muy bien traído. Citaba sin cesar a sus referentes y se retrataba como fruto de lo que había aprendido al lado de gente muy grande y de gente muy sencilla, de maestros y de artesanos, de su socio y de su equipo, y que de todos estos destellos se conformaba parcialmente su brillo.
Un arquitecto habitualmente quiere hacer parecer imponentes a sus creaciones y sin embargo Tuñón cita a su maestro Rafael Moneo cuando le hace caer en la cuenta que: “los buenos edificios son pequeños por fuera y grandes por dentro”. Una reflexión inusual, profunda y acertada sobre la grandeza de los espacios, que también vale para las personas, y que retrata bien aquello cuyo valor supera el de sus pretensiones.
¿Cómo no sorprenderse con alguien que se fija en las personas que consiguen que la arquitectura ocurra y le da a ello casi más importancia que al resultado arquitectónico final? De las 183 diapositivas que constaba su conferencia, escogió como «la más importante» una en la que no había Arquitectura sino los cinco camioneros cómplices de transformar el paisaje de forma efímera durante solo unas horas. Acompañando la diapositiva con la explicación de que lo verdaderamente importante de la Arquitectura no es ella misma, sino las personas que la sueñan, construyen y habitan. Porque “solo las personas son capaces de dar vida a la arquitectura”.
¿Cómo no disfrutar cuando alguien provoca el cambio en la dirección de la mirada para dejar de ser el ombligo del mundo? diciendo que muchas veces lo importante no es como el mundo nos ve, y contempla la arquitectura desde fuera, sino cómo el espacio creado permite una nueva mirada del mundo que nos rodea. Que inusual y fértil inversión de orientación en la atención.
¿Cómo no sentirse agradecido y animado cuando el maestro comparte con todos con elegante naturalidad que su “biblioteca de ideas” tuvo un origen sencillo? Porque lejos de la imagen aumentada del genio del artista, lo normal es que los arquitectos tengamos solo un ramillete sencillo de ideas entre prestadas y propias, que vamos mezclando y usando lo mejor que podemos, y que estas tienen éxito en la medida en la que son capaces de emplearse con acierto en cada ocasión. Porque, según dice Tuñón, “en Arquitectura nada se hace porque yo quiero, sino porque se llega al compromiso o el acuerdo con otras personas”. Personas a las que tenemos que convencer de la bondad de esas ideas que les ofrecemos como solución al problema espacial que ellos nos plantean.
¿Cómo no admirarse ante alguien que sabe mantener con respeto y generosidad en la memoria colectiva la presencia y legado de su socio, Luis Moreno? Aunque este nos haya dejado hace tiempo (2012), pero atribuyéndole el crédito que merece, sin buscar para sí más reconocimiento que el de ser parte de un equipo.
¿Cómo no conmoverse con la sencillez y naturalidad un grande? Si cuando una alumna preguntó al arquitecto “¿Qué es Arquitectura?” en lugar de responder con una frase pomposa para cincelar en el mármol, la respuesta fue citar a San Agustín de Hipona cuando este hablaba del tiempo: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. ¡Un arquitecto consagrado que admite no saber lo que es la Arquitectura y se rinde públicamente a su misterio!
¿Cómo no guardar esto en la memoria, si finalizó su conferencia con la última foto que le tomó su socio en la que no se veía su edificio, sino lo que desde su edificio se veía, que no era otra cosa que él de paseo con su hijo…
Un hallazgo y una lección de Emilio Tuñón. Maestro descentrado de sí mismo y centrado en lo que de verdad importa.
Deja una respuesta