Muchas veces confundimos competitividad con competencia y el resultado es que las posibles sinergias desaparecen.
En nuestras escuelas de arquitectura conviene fomentar la competencia y la cooperación, pero, por lo que hemos sufrido y seguimos viendo, no siempre es así.
Sobre todo esto, y mucho más, va el post de hoy. ¿Nos acompañas?
1 Arquitectura líquidas
Desde el comienzo de la especie humana como tal, lo que nos ha distinguido de otras especies es la capacidad de cooperar entre nosotros. De hecho, cuando los homo habilis comenzaron a trabajar la piedra, no fue esto lo que les hizo destacar; lo que les convirtió en los primeros homos fue su capacidad de hacerlo cooperando los unos con los otros.
Desde Stepienybarno estamos convencidos que necesitamos escuelas de arquitectura líquidas que se adapten cual junco a los nuevos tiempos que nos toca vivir. La labor del arquitect@ en los próximos 10 años puede ser de lo más diversa y lo que es seguro es que nada será demasiado seguro. Convivir con la incertidumbre es ya el pan nuestro de cada día y dentro de unos años lo será más todavía. Lo que también será seguro es que, cuanto mayor sea nuestra capacidad de cooperar, mayores posibilidades laborales tendremos como profesión.
A su vez, como reflexionábamos en este post, nos parece determinante que las Escuelas se encarguen de garantizar el tranquilo desembarco de l@s alumn@s en la realidad profesional.
2 Solidaridad y compañerismo en la arquitectura
Sabemos que no es sencillo ya que la formación en la propia disciplina de arquitectura es compleja y larga; con lo cual, nunca quedan horas para aquello que no esté puramente relacionado con la arquitectura.
Sin embargo, mientras soñamos con escuelas donde se fomenten las sinergias entre el alumnado, en muchas ocasiones es el propio profesor quien se encarga de provocar una lucha feroz por el aprobado —pues soñar con otra nota en la mayoría de las facultades de arquitectura es bien complicado—, que en absoluto despertará en el alumno sentimientos de solidaridad y compañerismo. La búsqueda de alumnos competitivos en vez de alumnos competentes es moneda común en nuestra enseñanza. La diferencia entre unos docentes y otros es abismal; aun así, de la misma manera que estamos criticando el hecho de que muchos profesores no transmitan para nada el entusiasmo necesario al alumnado, también tenemos magníficos profesionales, como arquitectos y como profesores, que saben hacer disfrutar de lo lindo a los estudiantes de arquitectura
Por suerte, uno de los mayores aciertos de nuestra disciplina es que mantiene la sana costumbre de lanzar bastantes trabajos para realizar en grupo; práctica más que recomendable y que, a pesar de todo, hace que los alumnos aprendamos a colaborar los unos con los otros. De hecho, una vez fuera de las aulas este tipo de trabajos seguramente son los que nos dejan mejores recuerdos y más nos pueden servir en nuestro día a día laboral.
Santiago de Molina, comentaba en una de las entradas de su blog: “He oído decir al maestro Javier Carvajal, y no una vez, que la carrera de arquitectura es la mejor carrera del mundo, pero la profesión peor del mundo.” Así que, estando en parte de acuerdo con estas palabras, y a pesar de lo mucho que queda por cambiar aún, creemos firmemente que la universidad es un periodo irrepetible. Entendemos que es una etapa necesaria donde se puede aprender a amar la arquitectura y a buscar ese soñado equilibrio entre el mundo de las ideas y la parte más práctica de la arquitectura.
3 Una nueva mirada
Y, ya para terminar, rescatamos las palabras del arquitecto australiano Glenn Murcutt, quien decía: “A los estudiantes les doy siempre dos consejos: que sean pacientes porque la arquitectura necesita tiempo, y que observen. Quien observa termina por ver.”
Así, no es casualidad que quien observa atentamente la realidad y se hace preguntas vea cosas que los demás no ven. Si además de eso somos capaces de que esa mirada sea la suma de muchas miradas, o incluso la sinergia de todas ellas, de verdad tendremos una nueva mirada sobre el mundo.
Por ello abogamos porque —al igual que nuestros ancestros cuando consiguieron, gracias a su capacidad de cooperar entre ellos, sobrevivir en un entorno de lo más hostil— los arquitectos aprendamos a entendernos mejor dejando de lado la competitividad y apostando por la acción común. Si además logramos que esto ocurra desde la propia Universidad, a buen seguro nos irá mucho mejor en estos difíciles tiempos que nos toca vivir.
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LA REALIDAD DEL ARQUITECTO RECIÉN LICENCIADO.
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