LECCIONES PARA LA VIDA DE CHARLOTTE PERRIAND

Por María Gracia Aranda.

Hace no mucho me encontraba en París. Tenía pendiente visitar la fundación Louis Vuitton, cuyo edificio había sido diseñado por Frank Gehry, así que cogí el metro y después de atravesar brevemente el Bois de Boulogne entré en el interior.

Dentro, una única exposición: Le monde nouveau de Charlotte Perriand. Su nombre no me decía nada, es más, pensé que era una fotógrafa por la foto que se había elegido para anunciar la exposición. Lo que sí que no sabía es que estaba a punto de conocer a una de las mujeres que más me han inspirado, porque su trayectoria nos aporta lecciones no sólo de arquitectura y diseño, sino lecciones de vida.

Charlotte Perriand (París, 1903- París, 1999) tuvo una vida muy activa y con muchísimas aportaciones que se han mantenido relevantes hasta hoy en día. Sin embargo, en este artículo no se pretende hablar de su vida como una sucesión de hechos y trabajos, sino que se quieren destacar esos momentos que puedan servir de lección e inspiración.

Charlotte Perriand trabajó y colaboró durante su vida con arquitectos y artistas como Le  Corbusier, Pierre Jeanneret, Jean Prouve, Josep Luis Sert, Fernand Léger… y, a pesar de ello, nunca se reconoció su trabajo como es debido. Es por eso que este artículo pretende ensalzar a una mujer que fue una adelantada a su tiempo, y que desde el trabajo duro y la humildad, nos deja hoy en día una cantidad de aportaciones dignas de reconocer y disfrutar.

ChP, que así firmaba ella en sus sketches, nació y vivió en un siglo en el que la mujer no tenía casi presencia en la arquitectura y el diseño. Las mujeres en aquella época eran objetos bellos, pero no se les consideraba como una parte activa de aquella sociedad. Sin embargo, Charlotte tuvo más problemas por ser una persona con ideas innovadoras que por ser mujer.

Charlotte siempre destacó y agradeció que en su formación en l´École de l´Union Centrale des Arts Décoratifs (1920-1925) se le inculcó un aprendizaje práctico, ya que ella cree que sin ese tipo de aprendizaje nunca hubiera conseguido todo lo que hizo después.

Si por algo se conoce a Perriand, es sobre todo por su colaboración en el estudio  de  Le Corbusier y Pierre Jeanneret, pero llegar hasta ahí no fue nada fácil. Al acabar su educación, Charlotte quería trabajar con Le Corbusier. Había leído y estudiado todas las ideas que en esa época Le Corbusier estaba desarrollando. Al llamar a su estudio para ofrecerse a trabajar con él, la respuesta de Le Corbusier fue: “Señora, en este estudio no se bordan cojines”. Pero Charlotte era una persona que perseguía sus sueños, por lo que empezó a desarrollar prototipos en los que pudiera plasmar ese interés por el mobiliario como motor de una nueva forma de vivir.

Tras su obra Bar sous le toit (1927), en la cual Charlotte incluía una barra de bar en su pequeño estudio de París, algo novedoso en aquella época, Le Corbusier no puede evitar reconsiderar su postura y ofrecerle ir a trabajar con él.

Le Bar sous le toit, Charlotte Perriand, Salon d´Automne, París 1927

ChP llegó a trabajar en el estudio de Le Corbusier y Pierre Jeanneret entre los años 1927 y 1937. En esta época Charlotte pudo demostrar su conocimiento de la técnica, de la tecnología, de los materiales, a la hora de abordar el diseño de mobiliario. Pero su aproximación al diseño era novedosa no sólo por las soluciones que aportaba, sino por su visión. Para Charlotte la persona, el usuario, estaba en el centro, y todos los muebles y equipamientos debían servir para mejorar el bienestar de la misma. Charlotte es a menudo considerada una arquitecta del movimiento moderno, pero lo que verdaderamente hace Perriand es reinterpretar el movimiento para adaptarlo a las personas.

A pesar de ello ¿Por qué no se conoce lo suficiente su trabajo? Pues bien, Charlotte realizó numerosos estudios sobre el bienestar del usuario, las formas de sentarse, etc. que eran herramientas que utilizaba ella para posteriormente diseñar. Sin embargo, Le Corbusier publica estos estudios de Perriand sin tan siquiera mencionarla, bajo su nombre, y ya en 1929 se publica una monografía de muebles diseñados por Le Corbusier y Jeanneret donde la mencionan, pero sólo como colaboradora.

Charlotte, lejos de manifestar su enfado o decepción, siempre concibió el estudio de arquitectura como un lugar en el que todos los miembros deben tener una participación activa, un sentimiento de equipo que ella siempre quiso potenciar. En este caso, Charlotte fue un claro ejemplo de no esperar qué puede hacer tu trabajo por ti, sino, que puedes hacer tú por tu trabajo.

Durante todos esos años con Le Corbusier,  Charlotte demostró que su visión iba más allá y  aportó una nueva forma de relacionar la arquitectura con el mobiliario. El mobiliario era un objeto que servía para vivir y para crear una cierta atmósfera y por ello estaba totalmente relacionado con la arquitectura.

Algunas de las piezas diseñadas por Charlotte Perriand, Le Corbusier y Pierre Jeanneret, ahora comercializadas por Cassina.

De entre todas sus obras, resulta especialmente inspirador cómo Charlotte diseñaba las cocinas. En una época en la que la cocina era un espacio cerrado e independiente, en el que la mujer o el servicio cocinaba separado del resto de la casa, Charlotte quiso abrir este espacio para potenciar la relación entre la cocina y la sala de estar, de forma que a través del mueble separador, la madre de la casa podía aún así estar en contacto con su familia en la sala de estar. Un ejemplo, como vemos, de cómo a través de su trabajo pretendía transformar la sociedad de aquella época.

 

Prototipo de célula cocina – bar para la Unidad de Habitación de Marsella, Marsella 1952

Charlotte, más allá de diseñadora y arquitecto, era una artista, porque manejaba y practicaba muchas artes que si bien no eran todas principales, le ayudaban a retroalimentar su trabajo. Su faceta de fotógrafa, por ejemplo, le ayudaba a diseñar algunas de sus piezas de mobiliario.

ChP también manejaba la pintura y el mundo de los murales, y llegó a participar con el pintor Fernand Léger en distintas obras con un mensaje y vocación social muy potentes.

Debido a la guerra y sus ideas políticas, Charlotte marcha en 1940 a Japón, donde aprende no sólo la cultura japonesa, sino que empieza a experimentar con los materiales. Para Perriand un arquitecto siempre debía poder trabajar y experimentar con todos los materiales que  tuviera a su alcance. En Japón toma influencias tanto de la arquitectura japonesa como de materiales como el bambú, la madera, etc. y en 1943 debido a la guerra, marcha a Vietnam, donde vivirá hasta el año 1946.

Charlotte en los años 50 ya era una profesional independiente y con relativo prestigio, y quiso seguir mejorando la vida de tantas personas a través de su trabajó. Así, independientemente de los trabajos por su cuenta, Le Corbusier la siguió llamando para colaborar en el diseño de la Unité d´Habitation (1952) de Marsella, y también colabora en la Maison de Brésil (1958).

Posteriormente Charlotte participa junto con su amigo Jean Prouve en un concurso lanzado para equipar las residencias universitarias de Paris. Aquí de nuevo la autoría de Charlotte queda relegada a un segundo plano, donde Jean Prouve aparece como el diseñador del mobiliario cuando él sólo fue el fabricante, y ella la diseñadora.

De hecho, tras el diseño de las piezas para las residencias universitarias, los muebles pasan a comercializarse, y cuando las piezas llevaban sólo el nombre de Perriand no se vendían y, sin embargo, cuando junto a su nombre aparecía Prouve, se vendían mejor.

ChP También estudió los equipamientos desde el punto de vista prefabricado y modular, siempre intentando que éstos pudieran resolver problemas reales. Charlotte era una amante de la montaña, del esquí, y por ello desarrolló prototipos de refugios de montaña que podrían ayudar a los montañeros y escaladores en un momento de ventisca. También desarrolló un prototipo de casa de vacaciones al lado del mar (Maison au Bord de l´Eau, 1934), para todas aquellas familias de clase trabajadora que no tenían costumbre de ir en vacaciones porque ni podían ni tenían a dónde ir, con el objetivo de incentivar las vacaciones en este sector de la sociedad.

Perspectiva Maison au Bord de l´Eau, 1934

Ya muy mayor, Charlotte desarrolla el proyecto Les Arcs, para los Alpes. En esta obra Charlotte aplica todo el conocimiento adquirido consiguiendo construir varios edificios de unos 500 apartamentos en un tiempo récord gracias a elementos prefabricados y siempre dotados de un mobiliario que mejoraran la habitabilidad del espacio. Los edificios eran escalonados y con terrazas que no arrojaban sombra sobre el apartamento de abajo. De nuevo, Charlotte buscaba que en Les Arcs disfrutaras del paisaje y pudieras estar en el exterior, pero que al volver a casa pudieras descansar y tener todas las comodidades necesarias.

El último proyecto de Charlotte fue la Maison du The (1993) que se localizaría en la cubierta verde de la Sede la de UNESCO junto a otras diseñadas por Tadao Ando, Ettore Sottsass y Yae Lun Choi. Lo realizó con 90 años, y en esta casa se debía representar esa ceremonia del té que ella había conocido en Japón y que adoraba tanto.

Charlotte murió finalmente en París, y si bien había trabajado sin pausa y hasta el final, siempre  se mantuvo en un segundo plano; eso sí, con una presencia incuestionable. No fue hasta el año 2006 que el Centro Pompidou de París le dedica una exposición denominada L´oeil en éventail  (La mirada de abanico). Esa frase no podía definir mejor a una mujer a la que le interesaba todo, que miraba a todas partes y que ponía a la arquitectura en relación con todo lo que está en contacto con las personas.

Charlotte decía lo siguiente: “Un arquitecto es un técnico capacitado para resolver las necesidades de los demás.”. Y tenía razón. Todos deberíamos conocer un poco más  a Charlotte y dejarnos influir por su vocación social en el diseño, y en la arquitectura, por su pasión  y su esfuerzo, por su lucha cuando nadie le apreciaba, y entender que somos arquitectos principalmente para hacer mejor la vida de los demás.

Gracias ChP.

 

María Gracia Aranda es arquitecta, graduada por la Universidad Francisco de Vitoria. En su educación también destaca su trayectoria por la Escuela de Liderazgo Universitaria, y su estancia en el École Nationale Superiéure d´Architecture de Lyon.

Durante su formación María siempre ha mantenido una participación activa en la universidad, formando parte del club «Generación Empresarial», trabajando en el Departamento de la Escuela Politécnica, y en el Departamento de Promoción, y sobre todo, siendo delegada del curso desde primero hasta sexto, donde ha luchado y gestionado los intereses y deseos de sus compañeros.

Paralelamente a la formación académica, María ha realizado varias prácticas que ha complementado a su educación, destacando su colaboración con la consultora inmobiliaria líder JLL y su estancia en Nueva York colaborando con el estudio de arquitectura CAZA Architects.

Su trayectoria ha sido reconocida varias veces a través de distintos premios y reconocimientos, como son las Becas Europa (IX Edición), Premio Optimus de la Universidad Francisco de Vitoria (2018-2019), o el 2º Premio del VIII Concurso Touza Arquitectos + UFV. María siempre destaca que para ella estos reconocimientos son una llamada a la responsabilidad y el compromiso, y a seguir manteniendo un nivel de exigencia que le haga seguir siendo cada vez mejor.

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Equipo editor de Escuela de Arquitectura

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