UNIVERSIDAD: ¿ENSEÑANZA ACADÉMICA vs FORMACIÓN INTEGRAL DE LA PERSONA? (I PARTE)

Si nos acercamos a la palabra “Universidad” para comprender su sentido original y pleno la encontramos siempre vinculada a palabras como: comunidad o corporación (de escolares y profesores), formación, saber y sabiduría, profesional, Verdad. Y su presencia crece cuanto más nos remontamos al estudio de sus orígenes, es decir, a la Edad Media.

La comunidad universitaria surgió del deseo de profesores y alumnos de protegerse frente a la ignorancia y el mal, incorporándose a los nuevos tiempos que la aparición de las ciudades trajo a nivel económico, social y político. ¿La voluntad?: renovarse moral, espiritual, intelectual y profesionalmente. Es decir, las demandas de una sociedad en cambio no se centraban únicamente en ámbitos de conocimiento puramente académicos y técnicos, sino que consideraban que la renovación debía contemplar a la persona de manera integral. Frente a etapas anteriores -donde la formación se había centrado principalmente en lo sagrado-[1], en este momento, “(…) sin renunciar a la fe como valor supremo del hombre y a la educación como su guía perfectiva, en buena parte vuelven a descubrir el valor creativo y humanizante (sic) de la inteligencia. Una facultad que admiraron, a la que consideraron uno de los ornatos más bellos del alma y lo más parecido a Dios que tiene el hombre”[2].

El saber -entendido como formación de la inteligencia- suponía abordar lo “moral” y lo “intelectual”. El ámbito moral era previo al conocimiento intelectual: sin eliminar los lastres del entendimiento y sin orientar bien las pasiones y afectos del alma no se llegaría al conocimiento intelectual o a lo que era lo mismo: la capacidad para captar la esencia de las cosas, acceder a la búsqueda de la verdad o a la sabiduría, entendiendo ésta como “El más alto grado de conocimiento. Conducta prudente en la vida o en los negocios”[3] o el arte de vivir y de saber conducirse en la vida.

Fuente:https://www.sportfem.es/2020/09/11/maria-montessori-la-primera-tarea-es-agitar-la-vida-pero-hay-que-dejarla-libre-para-que-se-desarrolle/

[4]

Profesores y alumnos se unieron en el proyecto de formar[5] “hombres”, abarcando todas las dimensiones del mismo. Y es necesario incidir en que toda esta filosofía educativa se asentaba sobre un proyecto didáctico concreto en el que los escolásticos tuvieron especial protagonismo creando un método basado en tres fases de aprendizaje[6]. Este saber integral continuó en el Humanismo renacentista y con recomendaciones como las de Alberti de formarse en todos los ámbitos del conocimiento: humanístico, técnico y moral. Y, ya bien entrado el siglo XX, Laín Entralgo consideraba que, entre las misiones de la universidad, se encontraba la “(…) formación de profesionales capaces y hombres cabales”, es decir, “(…) Educar a sus alumnos en la libertad y para la libertad. Ante todo, en el orden intelectual, y consecuentemente en todos los órdenes de la existencia humana, incluidos, por supuesto el religioso y el político”[7].

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Si los orígenes de la universidad contemplaban la formación integral de la persona y los grandes pensadores humanistas han considerado que el saber puramente académico y por acumulación era insuficiente e incluso contrario al espíritu universitario, ¿qué ha ocurrido para que hoy en día en el alumno prime el deseo de un título universitario que le capacite profesionalmente? ¿Por qué los gestores de la docencia dan preferencia a la acumulación de información frente a la visión del alumno como un ser de naturaleza plural que ha de desarrollar todas y cada una de sus dimensiones?

La respuesta se encuentra posiblemente en los grandes cambios que el siglo XX ha traído y que, a diferencia del medievo, han supuesto una orientación menos altruista de la educación. Finalizada la II Guerra Mundial, la sociedad del bienestar y la consecución de los bienes materiales se impuso en todos los ámbitos de la vida. Infante Díaz señala que -desde los años 70- la realidad económica y el deseo de conseguir una mayor permeabilidad social fueron determinantes en la definición de la dinámica universitaria. Apareció la denominada “Universidad de masas” que, para Laín Entralgo, tuvo dos graves carencias: la falta de preocupación de los universitarios por el auténtico sentido del saber en la vida del hombre (algo que nos devuelve al concepto de “sabiduría” medieval) y la carencia de pluralismo, de diálogo de cada disciplina consigo misma y con las demás disciplinas, que sería lo mismo que el saber y la formación integral. ¿Las causas -nada baladíes- señaladas por el autor?:

a) la masificación: que supone, no la suma de individualidades sino la conversión del alumno en una “muchedumbre homogénea”[8].

Fuente: https://www.facebook.com/UNAM-Orgullo-Azul-y-Oro-458577064240431/

b) La profesionalización: el alumno ya no pide un saber cualificado sino un título que le dé acceso al mercado laboral. El deseo de acceder a la universidad se basa en fines eminentemente pragmáticos y muy poco altruistas.

Fuente: https://lavozdelmuro.net/15-fotografias-de-historicas-que-no-entenderias-sin-una-explicacion/

Los planes de reforma universitaria en España desde los años 70 han seguido estas directrices, centrándose en dar respuesta al mundo profesional desde una perspectiva explícitamente técnica, olvidando que, un buen profesional, ha de responder a cuestiones que van más allá de la acumulación de ciencia o conocimientos técnicos.

Hemos olvidado que el “profesional” va de la mano de un hombre pleno y maduro capaz de responder ante los requerimientos profesionales con sus fortalezas y debilidades, con una determinada actitud ante la vida, con unos valores y principios… Porque no se contrata solamente a un técnico o a un “fichero” repleto de información, sino que se contrata a una persona capaz de hacerse preguntas como medio de crecimiento y de búsqueda de la mejora de su disciplina; con un pensamiento y actitud crítica que llevan a la preocupación por la sabiduría y a cómo acceder a ella; a un individuo con una mentalidad abierta y plural que le permita integrarse en unos equipos de trabajo que tienden, cada vez más, a ser pluridisciplinares.

Es decir, la dimensión humana -la moral e intelectual- y -como consecuencia de ambas-, la profesional, conforma a la persona como un todo completo que ha de actuar en el contexto que le toca vivir. Como señalaba Laín Entralgo, la pluralidad de pensamiento en que se mueve la sociedad contemporánea -diametralmente opuesta al unitario pensamiento cristiano medieval- nos obliga a tomar conciencia de las circunstancias personales que rodean y conforman a cada individuo en particular y al conjunto de la sociedad. Si la universidad medieval -impregnada de cristianismo- no dejó de buscar la verdad, mucho menos debe ocurrir en una sociedad plural como la nuestra. Una sociedad sólo avanza cuando es soñada y la diseñada poniendo en el centro de todo al hombre y el servicio al bien común. Las sociedades más avanzadas son aquellas que tienen un marcado sentido de la comunidad; el individualismo no es más que el signo del inicio de la decadencia.

En nuestro aquí y nuestro ahora como docentes: ¿consideramos que la universidad mantiene el espíritu con el que nació o se ha convertido en una fábrica de generar futuros “hacedores” de dinero, éxitos profesionales efímeros y bienestar económico personal? Como alumnos, ¿dónde está y dónde queremos que esté nuestro horizonte como “personas”?

Foto René Maltête. https://www.pinterest.es/pin/409898003556079807/

[1] Durante la denominada Alta Edad Media, ante un panorama marcado por las guerras, la inestabilidad política, los grandes desastres naturales y económicos y, consecuentemente, por la autarquía, el saber quedó recogido y custodiado principalmente en los monasterios.

[2] VERGARA CIORDIA, Javier, https://www.nuevarevista.net/destacados/que-es-el-metodo-escolastico/

[3] RAE: https://dle.rae.es/sabidur%C3%ADa

[4] María Montessori: “La primera tarea es agitar la vida, pero hay que dejarla libre para que se desarrolle (…) Psicóloga, filósofa, inventora, médica, pedagoga, psiquiatra, conferenciante, matemática… Si hubiera que resumir la vida de María Montessori con solo una palabra, ésta podría ser «BRILLANTE». No sólo por la admiración que despertó en su momento, sino también por el magnífico legado que ha dejado tras su muerte.” (https://www.sportfem.es/2020/09/11/maria-montessori-la-primera-tarea-es-agitar-la-vida-pero-hay-que-dejarla-libre-para-que-se-desarrolle/)

[5] Para la palabra “formar” tomamos la acepción de la RAE que indica que formar es: “Dar forma. Hacer que algo empiece a existir”. https://dle.rae.es/formar?m=form.

[6] El método escolástico seguía un sistema didáctico perfecta y racionalmente definido. Comprendía tres fases que todo alumno debía seguir en un proceso gradual de formación: la “lectio”, la “quaestio” y la “disputatio”. Las tres fases suponían un proceso de aprendizaje, maduración y adquisición de sentido crítico.

[7] LAÍN ENTRALGO, Pedro, http://www.cervantesvirtual.com/obra/lo-que-se-ensena-y-lo-que-no-se-ensena-en-la-universidad-espanola-931602/

[8] Idem.

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