Por Javier (los díez) | Foto de portada: Espacios para el encuentro y la quietud en Oslo, en torno a su fiordo. © Rafa Ruiz.
Se habla mucho de movilidad en las ciudades, pero hoy queremos fijarnos en otro concepto básico para la vida: la quietud. No queremos movernos tanto, a veces nos apetece estarnos quietos. Tras estos meses de confinamiento en nuestros espacios privados, ¿no es momento de plantearnos otros modelos de espacios públicos en las ciudades? Espacios donde poder sentarnos sin consumir, encontrarnos con los vecinos sin prisas, charlar o simplemente descansar al aire libre. Frente a las consignas productivistas y consumistas, es el momento de exigir muchos más espacios ralentizados. (D)espacios públicos en las grandes ciudades.
Existían dos posibilidades. La primera, que el conocido por los especialistas como espacio público y genéricamente como la calle por la gente corriente fuese percibido, una vez finalizado el periodo de confinamiento, como un espacio cuestionado, sospechoso y peligroso, un ámbito donde acecha, todavía, el enemigo invisible, y al resto de nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos en la esfera más cercana, como sus potenciales portadores.
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