Enseñar arquitectura hoy debiera ser una experiencia bien diferente a lo que era tan solo hace unos años. Hoy nuestros alumnos son nativos digitales y tenemos que adaptarnos a ellos. Su forma de consumir la información es muy diferente y sus expectativas también.
No podemos ignorar la digitalización que hemos sufrido como sociedad ni las posibilidades que ofrece la educación expandida.
La llegada de la IA pronto marcará un antes y un después y quien no se prepare para ello, no ejercerá la mejor enseñanza posible.
Por ello, nuestras escuelas de arquitectura han de prepararse especialmente para estar atentas a todos estos frentes, sin perder la esencia de lo que ha sido enseñar arquitectura hasta ahora.
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Si estás leyendo este texto y estás pensando estudiar arquitectura, te animamos a echar previamente un ojo a este post.
1 ENSEÑANDO APRENDEMOS
Con ello, la mayoría de las Escuelas de arquitectura siguen con temarios de otros tiempos, fabricando arquitectos que no necesita está sociedad y que con el título en la mano verán que sus opciones laborales, después de años de muchos esfuerzo, son mínimas y otros países, con más petróleo bajo sus pies, se los llevarán aprovechándose nuestra precaria situación.
Todo esto además de generar cierta tristeza, pues son muchos los amigos que se han tenido que ir lejos por no encontrar en España un entorno mínimamente estable, también nos da rabia y bastante impotencia.
Han de llegar tiempos en los que los estudiantes dejen de ser alumnos aplicados que dicen sí amen y pasen a tomar el mando de operaciones. Así, se convertirán en participantes, creadores de su propia educación, siendo el profesor más un catalizador o facilitador de proyectos que un gurú que lo sabe todo.
Como bien apuntaba, el profesor Miguel Ángel Díaz Camacho en un post para el blog de Fundación Arquia,
“(…) El alumno actual presenta dos características propias de su tiempo: verdadera vocación y destreza para con lo digital. Malgastar su talento en la copia de textos al dictado no tiene ningún sentido: los temarios y las bibliografías están en su poder. El encuentro presencial debe ser revalorizado como una oportunidad para la exploración y el trabajo conjunto en la resolución de problemas o la manifestación de conflictos. El alumno conectado puede aprender y conocer; el alumno en el aula debe encontrar motivación para explorar y pensar (5). Muchas son las técnicas a nuestra disposición para fomentar la creatividad desde condiciones de entorno: proyectos participados, maquetas colectivas, flipped classes o las conocidas maniobras TGT (De Vries y Edwards, 1973). Los resultados son positivos.” (ver aquí)
Todo este nuevo mundo ya no tiene marcha atrás y los nativos digitales van a demandar cada vez más que lo que se enseñe en las aulas les atrape desde la emoción, pues el conocimiento en sí mismo está a mares en la red. Es más no tardará en llegar el momento en que cualquiera de nosotros lleve unas lentillas en las que con un simple pestañeo vea toda la información que necesite. Esto sin hablar del BIG DATA y todo el potencial que tiene. No se tratará de acumular conocimiento, ni siquiera conocer a la persona que más sabe; el futuro parará por saber gestionar y conectar esta información y la cantidad ingente de datos que vamos a generar.
Y así, teniendo bien claros estos conceptos, este profesor -convertido en persona de confianza-, será quien al participante de sus clases en el complejo camino del aprendizaje. Veremos una demanda cada vez más palpable de una educación hecha casi a medida, donde este facilitador / profesor tendrán que ayudar al alumnos a diseñar su propio itinerario formativo.
Será importante no confundir autoridad con autoritarismo para que ni el alumno se suba al a las barbas del docente, ni el profesor no sepa mantener su lugar.
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2 SOMOS CATALIZADORES
Resulta fundamental que el profesor se aleje de los formatos en los que se le atribuía el poder y apueste por ser un catalizador. Desde ahí, se podrá sacar lo mejor de sus pupilos. En este sentido, el arquitecto y profesor, Manuel Saga, afirma:
“(…) Recomiendo un acto de libertad: dejar de lado el chip de maestro y adoptar el de facilitador. El diseño de programas y planes docentes resulta toda una aventura cuando se piensa como una comunicación de doble sentido en la que el profesor facilita técnicas para que el estudiante genere su propio conocimiento, que el profesor recibe de vuelta.
La expresión gráfica quizás sea el mejor ejemplo de ello, una materia en la que el docente espera que gracias a unos instrumentos básicos, pero precisos, su estudiante le sorprenda con un ejercicio de rigor absoluto. Un profesor sorprendido es un profesor satisfecho.” (ver aquí)
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3 CONCLUSIÓN
En general, a la desconexión con la realidad laboral que históricamente han hecho gala nuestras escuelas de arquitectura, ahora hay que sumar la casi nula adaptación a la Nueva Era Digital (por cierto, cada vez menos nueva y más digital) que nos toca vivir.
Adaptarse al mundo 2.0, va de saber aprovechar todo el potencial de la red y esto es algo mucho más complejo de lo que pudiera parecer. Además, esto de la educación expandida, es un trabajo de ida y vuelta; por un lado, se trata de expandir las aulas hacia el mundo digital y, por otro, traer a un entorno físico parte del mundo pixelizado.
Una especie de sístole y diástole que ha de funcionar de manera constante y no de forma puntual como muchos pretenden.
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