HISTORIAS DE CAN LIS, UNA  CASA QUE ENSEÑA. INTRODUCCIÓN

“La intervención humana en el lugar ha dado lugar a algo más poderoso que la naturaleza y le ha dotado de significado espiritual. (…) Estos edificios están situados en la naturaleza del mismo modo que los templos griegos, y han logrado por el énfasis dado a la dimensión y presencia humana una unión total con la naturaleza en la que se yerguen visibles y decididos.” Jørn Utzon. (1*)

Cuando se piensa en los grandes maestros de la arquitectura del siglo XX, el nombre de Jørn Utzon no suele formar parte de esa categoría para muchos, a pesar de obras tan emblemáticas como la Ópera de Sídney, en la gran escala, o Can lis en la doméstica, que han sublimado un lugar, como sucede en la casa Malaparte por ejemplo. Y ello es, seguramente, porque en la obra de Utzon se trasluce su gran humanidad: sus dudas, inquietudes, o incluso imperfecciones que lo humanizan frente a otros maestros y nos lo hace más cercano.

Una vez, cuando estaba inmerso en mi tesis doctoral sobre Can Lis (2*) y me asaltaban alguna dudas sobre determinadas imperfecciones, fruto sin duda de estar demasiado cerca, pregunté a uno de mis amigos, catedrático de arquitectura, si creía que Can Lis era una obra maestra o no. Y me dijo tranquilamente, con esa rapidez profunda que le caracteriza, si esa casa enseña es que es una obra maestra más allá de cualquier otra consideración. Y claro que enseña, ¡y cómo!

Un valor universal de Can Lis es la comprensión del significado del lugar y su transformación mediante la arquitectura, que aspira a una nueva totalidad. La vivienda no constituye un orden superior impuesto al preexistente en el acantilado, sino que completa y potencia su significado y el hecho existencial que allí se produce, el genius loci en el sentido planteado por Norberg-Schulz. La arquitectura produce así una nueva medida en la naturaleza en la que se sitúa al reinterpretarla, y le confiere un nuevo significado al introducir la escala del hombre en el lugar.

Foto de Can Lis en el acantilado desde el mar. Flemming Bo Andersen

Si la intención con la que Utzon se enfrenta a la implantación de Can Lis nos remite al espíritu de la arquitectura griega clásica, en cambio, la yuxtaposición de las unidades que conforman la vivienda, la fragmentación espacial en los recorridos entre patios y espacios cerrados y su compresión dinámica, los juegos de diafragmas y las transiciones entre sombra, luz y visión, tienen un carácter inconfundiblemente islámico que nos remite a la Alhambra. Uno de los pocos edificios modernos que ha trasladado las ideas de las compartimentaciones espaciales de la arquitectura islámica, y no como imagen superficial neomusulmana, es Can Lis.

Para Utzon, la arquitectura, si tiene alguna importancia, es la de ser un intermediario que permita revelar un orden mayor que nos rodea. Utzon parece estar convencido de que la huella de la geometría que el hombre deja en la naturaleza es necesaria, y ello es porque la manera de potenciar y magnificar la naturaleza es disponiendo los elementos arquitectónicos capaces de hacerla siquiera más bella. Es evidente que la visión del mar desde el acantilado es aún más emocionante desde el interior de las ventanas de la sala de Can Lis, que fuera.

La construcción de ese espacio universal, que pasa a formar parte de la memoria de los hombres, constituye una lección excepcional y un control emocionante de la relación entre el espacio creado y el objeto contemplado, entre la sombra y la luz, entre la escala del espacio y las personas, o del ajuste constructivo, como pasa en la ventana invisible en el nicho de piedra.

Foto de la sala de Can Lis,  Yoshiharu Tsukamoto, 2012

En Can Lis, se puede reconocer la humildad del arquitecto que la creó, al ponerse al servicio de los elementos de la naturaleza y no al servicio de sí mismo como marca o vanidad. En todas las decisiones, tanto en las formas de los huecos como en las transiciones y escalas de los espacios, o como en la implantación o en los elementos constructivos, se detecta que hay algo siempre que decide por encima del capricho o de la moda: acciones naturales, como la gravedad, los vientos, el movimiento del sol, o necesidades humanas, como la percepción, el recorrido, el descanso.

Y todo ello desde una enorme libertad de creación, en un ejercicio de síntesis magistral. Es relevante indicar que esa  libertad es la que posiblemente lleve a la convocatoria universal en Can Lis. De hecho, en las huellas arquitectónicas de todos los tiempos, nada o casi nada queda de los arquitectos que las diseñaron, sino de las civilizaciones que las construyeron.

En mayo de 1966, un mes tras su tormentosa salida de Sídney, con el abandono de las obras de la Ópera, Utzon escribe una postal a su antiguo colaborador australiano Bill Wheatland:

“He ido a Yucatán. Las ruinas son maravillosas, así que, ¿por qué preocuparse? La Casa de la Ópera de Sídney será un ruina también algún día”.

Jørn Utzon en bañador mirando al mar desde  la sala de Can Lis. © Utzon Archives / Aalborg University & Utzon Center Replanteo del edificio de la sala de Can Lis, 1972. © Utzon Archives / Aalborg University & Utzon Center

Todos esos procesos se ajustaron lentamente. Can Lis es el fruto de un proceso de casi cuatro años de maduración y simplificación de las ideas arquitectónicas universales que alumbra. Utzon era un arquitecto riguroso en su forma de trabajar, con una aspiración a la perfección como medio de buscar la belleza, y no es casualidad que fuese también una persona muy vital capaz de trasmitir a aquellos que le rodearon una visión penetrante sobre muchos aspectos de la realidad, de la naturaleza  o de la arquitectura. Jan Utzon, su hijo mayor, que dibujó los planos de Can Lis, nos da esta hermosa visión de su padre:

“Fue la persona más positiva que haya conocido. Nunca hablaba de cosas o personas que no le gustasen. Siempre hablaba solamente de lo positivo que le interesaba. Odiaba las habladurías y las calumnias. Hablaba a menudo con mucho entusiasmo de los héroes de su profesión, sobre mucha gente maravillosa en música y artes que él amaba, sobre personas con espíritu noble cualquiera que fuese su estatus social. Era una persona siempre inquisitiva. Nada escapaba a su perspicaz mirada. Él observaba el mundo que le rodeaba con extraordinaria claridad.

 (…) En casa era siempre el padre o el marido alegre e inspirador. Nunca había tiempo de aburrirse en su compañía. Siempre tenía algo que decir, algo que había visto en su paseo por el bosque, alguien a quien se había encontrado, una idea que estaba desarrollando, siempre invitaba al resto de la familia a su maravilloso mundo de ideas e ideales. La energía de mi padre, el entusiasmo por la vida y la compasión por el prójimo enriquecieron la vida de todos los que se cruzaron con él. El espíritu humano subyacente en los edificios que creo ha contribuido muy positivamente en las vidas de aquellos que son los afortunados usuarios de esos edificios, y lo seguirán siendo durante muchos años.” (3*)

Tras esta introducción, con mi visión personal de esta obra tan universal, doy comienzo a una serie de historias sobre algunos hechos en la gestación de Can Lis que no son siempre tan conocidos y que espero que puedan interesar.  La primera historia hablará del conocimiento y llegada de Jørn Utzon a Mallorca y, en el fondo, de su filosofía respecto a la preservación del paisaje.

 

(1*) UTZON, Jørn. 1990. Extracto de la memoria de su proyecto no construido de un centro de visitantes para  la interpretación del paisaje en Samsø.
(2*) Tesis doctoral: Lara Ruiz, Manuel de (2015). Can Lis: la huella de la arquitectura de Jørn Utzon a través de esta obra. Tesis (Doctoral), E.T.S. Arquitectura (UPM).                http://oa.upm.es/40569/
(3*) Este texto procede del prólogo que hizo Jan Utzon para la página del fotógrafo Flemming Bo Andersen, que se dedicó a fotografiar la obra de Jørn Utzon.      http://www.utzonphotos.com/about-utzon/prolog/
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Manuel de Lara es doctor arquitecto y profesor en la Universidad Francisco de Vitoria.

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