“Así nos defraudan los arquitectos con sus renders: Son utopías, quizá no se puedan hacer»[1], ese es el título del artículo que ha puesto a debate la “honestidad” de los renders que se utilizan como “imagen publicitaria de concurso” en la arquitectura frente al resultado final. Tanto es así que la Escuela de Arquitectura de Toledo ha exigido a la autora una rectificación de sus palabras y de ello se ha hecho eco el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. La polémica está servida.
El artículo indica que los renders son engañosos porque están llenos de personas felices, vegetación exultantemente frondosa y que las imágenes tienen un brillo excesivo que no se ajusta a la realidad posterior. Como botones de muestra ofrecen la comparativa entre los renders y la realidad del edificio de Caixabank de la plaza de Colón, el pabellón de España en la Expo de Dubái, o la recién inaugurada Plaza de España, entre otros ejemplos.
Un proyecto es un sueño deseable, posible y probable que se propone a quien lo solicita para que pueda imaginar cómo podría ser una nueva realidad que mejore la existente. Es lógico que el sueño sea todo lo lúcido y atractivo posible, puesto que es la mejor de las realidades posibles que el arquitecto regala al promotor para que la lleve a cabo. Distinto es que, por ello, sea mentiroso. En algunos temas la línea de frontera es nítida y en otros no tanto. Que la gente que habita los renders se muestre feliz parece razonable, posible e incluso deseable. Es curioso qu,e sin embargo, la realidad se quiera fotografiar habitualmente vacía de personas, como se recogía en el artículo “Renders habitados y arquitectura desierta: el mensaje oculto revelado por la fotografía”[2], pero ese tema hoy no toca.
Que la vegetación sea frondosa y llena de vida es igualmente conveniente, pero su materialización y buen mantenimiento no depende del arquitecto sino del propietario y su equipo de jardinería, amén de que necesite un tiempo para tomar cuerpo. Que la imagen sea soleada o luminosa, mientras sea posible físicamente no alberga engaño alguno. Que los errores sean de escala, de presupuesto, de sistema constructivo irrealizable con medios lógicos, de imposibilidad razonable de mantenimiento, de envejecimiento natural precoz, de consumo de energía desmedido, de falta de soleamiento, de inadecuación, en definitiva, al uso requerido, eso sí que es un fraude importante por el que hay que pedir responsabilidades.
Ahora bien. No olvidemos que una buena obra de arquitectura depende de un buen promotor que pide algo deseable, un buen proyecto de arquitecto que pone el talento para generar un sueño lúcido y sugerente que propone una relación realista entre medios disponibles y fines deseables. De nuevo, el buen cliente que comprende lo propuesto y está dispuesto a formalizarlo tal y como se planteó. Una buena constructora capaz de ejecutarlo con ingenio, honestidad y fidelidad. Un buen propietario que lo mantenga en buen estado, y unos atentos usuarios que lo cuiden y lo sepan vivir. Cada uno de esos eslabones son responsables e irrenunciables factores necesarios para el éxito de la empresa. Cada uno tiene su cuota de responsabilidad, honradez y esfuerzo para llevar el sueño a buen puerto. Cargar la responsabilidad de forma exclusiva y apriorística sobre uno de esos agentes sin saber cómo ha sido el devenir del proceso es desconocer el mundo de la Arquitectura y sus complejas relaciones. Buscar culpables apriorísticos es un razonamiento tan simple como errado (una costumbre muy populista).
¿Podríamos aplicar la misma crítica de desconexión entre lo que se vende y lo que, finalmente, ocurre o se recibe al mundo de la publicidad en la moda, la cosmética, la perfumería, la comida, el ocio, el deporte, los juguetes, o el consumo en general? ¿Será que las modelos que lucen la ropa que compramos tienen la belleza y el cuerpo de la población media? ¿Y los escenarios donde los niños juegan con sus muñecos en los anuncios de juguetes de Navidad se parecen a lo que luego les llega dentro de la caja? Ni siquiera las películas, haciendo enormes desembolsos, son capaces de estar a la altura de lo que soñamos cuando leímos el libro que fue su embrión.
Está bien pedir coherencia, y sin dudas es bueno darla, pero es que a todos nos gusta soñar o que nos sueñen a lo grande, y la Arquitectura debe esforzarse siempre por hacer eso… El sector que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
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[1] “Así nos defraudan los arquitectos con sus renders: Son utopías, quizá no se puedan hacer» Por Analía Plaza para epe.es el 30 de noviembre del 2021. Disponible en: https://tinyurl.com/Renders-utopia
[2] “Renders habitados y arquitectura desierta: el mensaje oculto revelado por la fotografía” Por Felipe Samarán Para RITA y Plataforma de la Arquitectura disponible en: https://tinyurl.com/Renders-habitados
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