¿PARAISOS TERRENALES O NUEVAS TORRES DE BABEL?

¿Quién no ha sentido alguna vez la tentación de pensar que el mundo sería mejor si se le introdujeran algunos retoques pensados por uno mismo, Que la vida sería más amable si atendiera a otros criterios distintos de los que ya conocemos?

Los arquitectos muchas veces han jugado a inventar paraísos utópicos, escenarios perfectos para una vida mejor. Como si el secreto de la felicidad dependiera fundamentalmente del lugar físico que habitamos, la altura a la que podemos encaramarnos, o la cantidad de riqueza que atesoramos.

Las primeras osadías arquitectónicas llegaron en forma de torre queriendo desafiar a la gravedad para llegar al cielo y ganar la fama. El ejemplo más antiguo es la bíblica, mítica y simbólica TORRE DE BABEL, probablemente ubicada en la ciudad de Babilonia en la baja Mesopotamia (hoy Irak) unos mil ochocientos años antes de Cristo, que fue empleada como ejemplo de la soberbia humana, castigada ejemplarmente quedando inconclusa y confundiendo para siempre las lenguas de sus vitalmente desorientados constructores. Desde entonces ese anhelo de gloria arquitectónica no ha dejado de tentar. Durante siglos se compitió en el mundo por tener el edificio “más alto”, y algunos arquitectos plantearon sus utopías incluso sin tener quien se las encargara. Así nació la Torre Illinois de Frank Lloyd Wright con una milla de altura (1956), la Torre Biónica de 1.228m. para Shanghái (1997), o la X-Seed 4000 de Peter Neville con 4.000m. de altura para Tokio (1995). La lista de rascacielos compitiendo por la vanagloria no para de crecer y puede comprobarse en el Council on Tall Buildings and Urban Hábitat (CTBUH ). Tan zafia es esta competición que se acuñó el término “Vanity height” para definir esa altura inútil que hay entre el piso habitable más alto y la altura total del edificio,  que incluye todo lo que no sirve para vivir, pero sí para competir. En el caso del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo (por ahora), de sus 828m. la “altura de vanidad” asciende a 243m. (como una de las 4 torres del Real Madrid). Es decir, aproximadamente un tercio de su altura total se dedica solo a presumir. Como contaba Forrest Gump: «Mamá dice que un hombre solo necesita cierta cantidad de dinero para vivir, lo demás es solo para presumir».

DOWN TOWN CIRCLE, Dubai. Un anillo alrededor del Burj Khalifa

Europa y América abandonaron la estéril competición por la altura, que se trasladó a Asia y Oriente Medio donde están los “nuevos ricos”. Ahora los promotores billonarios americanos Jeff Bezos y Elon Musk compiten por conquistar el espacio como lugar habitable porque el planeta se les ha quedado pequeño para sus egos y sus fortunas. Mientras tanto en la tierra siguen emergiendo desnortadas utopías constructivas herederas de la Broadacre City de Frank Lloyd Wright (1932), la Ville Radieuse para Moscú de Le Corbusier (1932), la Walking City de Ron Herron (Archigram 1965), o la Old Man River’s City de Buckminster Fuller (1971).

 
Broadacre City, Frank Lloyd Wright 1932 Old Man River City. Buckminster Fuller 1973


Walking city. Archigram 1965. Reimagined by Hanh Nguyen & Simon Sun

Unas veces son los arquitectos quienes buscan su propia gloria inventando nuevos paraísos imposibles, y otras veces son los millonarios los que necesitan hacerse notar. Así han aparecido recientemente el proyecto de THE LINE (NEOM), una ciudad lineal de 120 Km. de largo, 200 m. de ancho y 500m. de altura en mitad del desierto de Arabia Saudita. O el DOWN TOWN CIRCLE en Emiratos Árabes Unidos. Un enorme anillo de más de tres Km. flotando alrededor del Burj Khalifa a 550m. de altura soportado en cinco grandes pilares. 

The Line, Arabia Saudí

Ambas propuestas parecen un pulso innecesario a la lógica, en contra de la naturaleza, que requiere un descomunal esfuerzo para ponerse en pie y mantenerse en funcionamiento, y dirigido a una élite muy exclusiva con ganas de hacerse notar y separarse del resto. Aunque el dinero obsceno, ayudado de la ciencia desnortada, pueden construir hoy en día casi cualquier aberración. Sin embargo, se venden a sí mismas como “nuevos paraísos sostenibles”. “SOSTENIBLE” es probablemente la palabra más burdamente manipulada del momento. El desierto recibe su nombre por ser un lugar inhabitable debido a sus condiciones naturales de temperatura y falta de precipitaciones (menos de 250mm al año). Dubái recibe solo 95mm de agua anual y la provincia de Tabuk, donde iría The Line tan solo 5mm (cincuenta veces menos que la consideración de “desierto”). Sin embargo, las infografías de ambos proyectos venden falaces imágenes de vergeles plagados de agua, vegetación y vida más propias de la selva tropical que del entorno en el que están proyectados. Cuando el maná del petrodólar deje de fluir veremos las ruinas abandonadas de los monumentos a los egos de aquellos que quisieron jugar a ser Dios, en lugar de colaborar seriamente a mantener el paraíso terrenal que nos fue entregado en préstamo y que es absolutamente inmejorable en diseño, riqueza y variedad natural. ¡Qué lástima de recursos tan desenfocadamente mal empleados!

Mientras tanto seguiremos todos Looking for Paradise como Alicia Keys y Alejandro Sanz.
Don’t know where I’m going. But I gotta get there.
A veces me siento perdido, Inquieto, solo y confundido.
Entonces me ato a las estrellas y al mundo entero le doy vueltas.

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Estudió arquitectura en la T.U. Darmstadt, (Alemania) y ETSAM (Madrid). Trabajó en cooperación, en Nicaragua del '95 al '97, y con Alberto Campo Baeza del '97 al '02 con quien fue coautor de la Caja General Ahorros de Granada. Participó en el plan estratégico de la Ciudad de las Telecomunicaciones de Telefónica en Madrid, entre otros proyectos. En ‘02 monta su estudio ARTEctura con obras tan variadas como el Edifico Minerva (c. del Amparo 103 junto a la Casa Encendida de Madrid), el Colegio Highlands los Fresnos (Boadilla del Monte), el plan de rehabilitación integral de la Ciudad de Aguarda (Pontevedra) “Cintura del Tecla”, o el Restaurante SOPA de Madrid entre otras. Formado en Coaching dialógico por el IDDI desde 2008 con especialización en desarrollo directivo y docente. Docente en proyectos en A.I. de la ETSAM, desde '02 y desde 2006 es profesor y director de la Escuela de Arquitectura de la UFV (Universidad Francisco de Vitoria).

8 Comments

  1. Chinguto Reply

    Una pistola ? no mata!
    El que mata es el hombre…
    El arquitecto (el hombre) tiene en sus disposiciones todo y lo que hace es matar el medio ambiente con sus caprichos.
    Nos centramos en la belleza y en el egoísmo arquitectónico
    ¿Hacia donde vamos con eso?
    Como arquitectos ¿ cuáles tu meta en común las ciencias?
    Somos tan egoístas en centrarnos exclusivamente en el hombre en los caprichos del hombre que no nós damos que lo único que hacemos es destruir el planeta con estas construcciones absurdas…
    Si hicimos la arquitectura para el hombre y exclusivamente para el hombre ¿que necedad hay de edificios que un tercio no es habitable?

  2. Uli Reply

    El humano, una raza que nació hace millones de años y que vive hasta la actualidad, el ego sigue flotando por su alrededor ¿Qué imagen se pretende dar?

    Una vez escuché: «La arquitectura cambia si el humano cambia» y qué razón. Si el arquitecto se centrará en acompañar la arquitectura con el habitante, el mundo sería totalmente diferente al que encontramos hoy en día.

    ¿El egoísmo daña a la arquitectura?

    1. Felipe Samarán Saló Reply

      El egoísmo lo daña todo (a pesar de lo que Ayn Rand pretenda argumentar… pero eso será un post próximo.
      Gracias Uli por tu comentario.

  3. casas en venta medellín baratas Reply

    Desde los primeros tiempos , en los antiguos imperios siempre hubo como una competencia de quien construia las mas grandes obras para representar la grandeza de su imperio o conquistas , ahora mucho no ha cambiado sol oque para demostrar la riqueza o el nivel del pais sobre todo en los ultimos años de los nuevos ricos .

    1. Felipe Samarán Saló Reply

      El tiempo pasa pero la naturaleza humana se mantiene igual… Porque hay invariantes en nuestra esencia que la historia no puede borrar.

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