Todo está por hacer. Los nuevos tiempos generarán profesiones que hoy no tienen nombre. Necesitamos una educación flexible y adaptable. No podemos preparar a los alumnos para lo que harán dentro de 10 años; pero sí les podemos ayudar a adquirir habilidades blandas para que hagan lo que hagan, les vaya bien.
La Inteligencia Artificial ha llegado para quedarse. Mirar para otro lado, solo hará que nos desconectemos de las posibilidades que nos brinda. Nuestros alumnos, nativos digitales, usan las redes de una forma muy concreta y pronto integrarán el mundo de las IAs en su día a día. Creemos que, desde nuestras escuelas de arquitectura conviene adaptarse a esta nueva realidad, y poder estar cerca de los alumnos.
Así, estar en la red, no es una posibilidad, es una obligación. Desde ahí, podremos acercar a los más jóvenes conceptos bien profundos de arquitectura; pero, que hoy requieren una nueva forma de comunicarnos. Adaptarnos a estos nuevos canales es todo un reto y debemos probar cómo hacerlo. No hay manual de instrucciones, pero sí hay un terreno donde practicar.
Sobre cómo serán los arquitectos que necesitaremos dentro de pocos años, no podemos tener certeza, pues los cambios van cada vez más rápidos.
ENSEÑANZA EXPANDIDA en nuestras ESCUELAS de ARQUITECTURA
En este sentido Santiago de Molina, apunta: «Decir que las profesiones del futuro no están aún inventadas resulta un cliché ocioso. Su posible enumeración es todavía imprecisa y en su mayor parte se encuentra orientada a campos tecno-futuristas: asesores de privacidad, especialistas en agricultura urbana, ingenieros de control del clima, fabricante de partes del cuerpo personalizadas, ingenieros de transporte inteligente, diseñadores de avatares holográficos, guías de turismo espacial, cultivadores de especies extintas, operadores de gusanos de vertedero… Sin embargo y entre todas esas labores de futuro, a menudo se olvida que una de las más arriesgadas y necesarias tal vez sea, (y como puede comprenderse se trata de una apuesta), la de la arquitectura.»
Pero más allá de todo ello, la red ofrece múltiples posibilidades y, desde hace más de 10 años, ya son más de uno los profesores que apuestan por una enseñanza expandida de arquitectura (ver el blog del profesor Santiago de Molina o el de José Fariña). Docentes que son capaces de contagiar su amor por la arquitectura y adaptarse a los tiempos que les toca vivir. Si la mayoría de los alumnos googlean sin parar y están en Instagram de manera natural ¿Qué sentido tiene que la propia Universidad siga en su cueva 1.0?
Para estar encima de la tarima hay que tener un alto conocimiento sobre la materia a tratar, y haberlo preparado expresamente para la asignatura en cuestión. Parece evidente que un “maestro” no puede seguir en pleno siglo XXI sentando cátedra desde un púlpito inaccesible. Lo malo no es que lo haga, sino cómo lo hace. Ya no son de recibo horas y horas de monólogo arquitectónico sobre el tema que interesa al profesor, en vez de pensar en lo que puede interesar al alumno.
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